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Y el milenarismo llegó
Es probablemente uno de los momentos más célebres de la televisión en España, un Fernando Arrabal beodo interrumpiendo constantemente la tertulia dirigida por Sánchez Dragó de El mundo por montera sobre el Kali Yuga. El tema a tratar tenía relación con una serie síntomas de decadencia que el propio Dragó enumera en su introducción, de ahí la célebre cita convertida en chiste: «El milenarismo va a llegar». Pero aunque esto haya sido motivo de mofa durante más de 30 años, el paso del tiempo demostró que el excéntrico dramaturgo tenía razón y el milenarismo acabó llegando.
No es mi intención meterme en el charco de ponerme a hablar de teología en profundidad, principalmente porque soy totalmente lego en la materia, pero también porque no es necesario para el propósito de esta entrada. Sin embargo, sí es conveniente que me pare en un par de definiciones. El significado original de milenarismo ha estado siempre bien definido dentro de la escatología cristiana. Se refiere a la creencia de algunos cristianos de que, basándose en el capítulo XX del Apocalipsis, después de la Segunda Venida de Cristo se establecerá un reino mesiánico de mil años que precederá al Juicio Final. Según el Apocalipsis, los habitantes de este reino serán los mártires, que tendrán el privilegio de vivir en éste con mil años de anticipación a la resurrección de los muertos. Sin embargo, primeros cristianos interpretaron esto en una manera más bien libre que literal, por lo que pensaban que dicho reino era inminente, que su llegada sería repentina y que ellos vivirían para verlo, por lo que tenían que estar preparados. Las sectas milenaristas se caracterizan por una imagen de la salvación que tiene los siguientes elementos: es colectiva —sólo para los creyentes fieles—, ocurre en el mundo terrenal —no uno sobrenatural—, es total — transformará la Tierra por completo— y por último, sucede de manera milagrosa mediante la intervención de un poder sobrenatural.
Esta creencia no es exclusiva del cristianismo y tiene paralelos en las otras cuatro grandes religiones espirituales, pero en lo que atañe al mundo judeocristiano en particular podemos diferenciar dos maneras en las que este fenómeno ha aparecido a lo largo de la historia: pre-milenarismo y post-milenarismo. En el primer caso, Jesús vuelve antes del evento milenarista y llega a un mundo absolutamente corrompido por el vicio y la decadencia, esto es así por la tendencia del Hombre hacia el pecado. Es decir, proceso histórico es pesimista y el mundo va hacia peor, es milenarismo catastrofista. Por contra, en el segundo caso, Jesús vuelve después del evento milenarista, por lo que nos encontramos en un mundo en el que ya sólo quedan los justos, es decir, el proceso histórico es optimista, es un milenarismo progresista. Aunque no hay que llevarse a equívocos, ya que esta acepción de progresista no es la misma que su acepción política, sí es verdad que es dentro de este último segundo tipo donde la utopía comunista se encuadra. Con el fracaso del socialismo real tras la caída del Muro de Berlín, esta última posibilidad queda descartada para los milenaristas de nuestro tiempo, por lo que sólo les queda una visión del fin del mundo de la del primer tipo.
Como ya se ha dicho, esto es un fenómeno que ya se ha dado en varios momentos de la historia, en concreto en aquellos periodos de decadencia y en los últimos estertores de una era. Los momentos en los que los cultos milenaristas tuvieron más auge se pueden encontrar en el paso de la Antigüedad a la Alta Edad Media, en de la Alta a la Baja Edad Media y en el de la Baja Edad Media a la Modernidad.
Supongo que el lector ya debe intuir a dónde quiero llegar. Lo descrito más arriba se parece bastante al discurso de la izquierda postmoderna, particularmente a una sección: el ecologismo. Generalmente, el proyecto de la izquierda ha sido definido en innumerables ocasiones como una herejía del cristianismo. Sin embargo, lo que diferencia a esta última iteración es que es una herejía del cristianismo en la que, como señala el filósofo esloveno Slavoj Žižek, no está Jesucristo. Sin Jesucristo no hay redención. Y sin redención, el fin del mundo sólo conduce al infierno.
Sobre la muerte de Dios se ha hablado ampliamente en los últimos años, pero es necesario recordar que no se mata a dios como concepto abstracto, sino al dios cristiano en particular. Sin Él, lo que sucede es un retorno al pensamiento mágico y al animismo. El paso en esta ocasión es del Logos al Mito. Si nuestros ancestros creían en infinidad de mitos que explicaban diferentes fenómenos, en la actualidad nos encontramos con un mito exclusivamente porque el substrato monoteísta en nuestra cultura es demasiado fuerte. El producto de esto es que la nueva deidad de nuestro tiempo sea la Naturaleza. Si en el pasado los cultos milenaristas aparecieron para señalar los vicios y pecados característicos de cada era, el mayor pecado que se comete en el presente es el de la sobreexplotación de los recursos naturales, o al menos así lo ven los adeptos a la secta del calentismo. A través de la civilización y la industrialización, el hombre perdió contacto con el mundo natural. Se deduce de aquí que el método para acercarse a la nueva diosa es mediante la destrucción de todo aquello que nos aleja de ella. Escohotado dice de los comunistas que tienen un gran resentimiento a lo físico, el ecologismo como un subproducto menor del comunismo, es la consecuencia de llevar este resentimiento al extremo. El ecologismo es ante todo un proyecto anticivilización.
Eliminar 2.000 años de cristianismo no es una tarea sencilla que se pueda llevar a cabo de un día para otro. La psique europea tiene embebida de sí en lo más profundo un poso judeocristiano para el que harían falta unos niveles norcoreanos de lavado de cerebro para hacer que desapareciera. Por eso permanecen en el ecologismo dos ideas principales del cristianismo. La primera es la del diseño inteligente, la Tierra es un sistema perfecto que se autorregula mecánicamente. La segunda idea es la del Hombre como criatura especial de la Creación, es decir, es su acción exclusivamente la que provoca que el sistema diseñado inteligentemente mencionado más arriba esté desajustado. Como dirían los schmittianos, las ideologías rellenan el vacío que deja la religión. En palabras de Michael Shellenberg: «El ecologismo hoy día es la religión secular dominante de las personas cultas, de la élite de clase media-alta en la mayoría de los países desarrollados así como en muchos de los de en vía de desarrollo. Provee de un nuevo relato sobre nuestro cometido individual y colectivo. Designa a buenos y malos, héroes y villanos. Y lo hace en el lenguaje de la ciencia, que provee la legitimidad».
Es importante destacar que no hay que confundir esta versión apocalíptica sobre el Medio Ambiente con una sana conservación y protección de éste. Lo segundo es una actitud que cualquier persona que tenga amor por su país debería tener, lo primero no deja de ser otro producto de la pérdida de fe en la humanidad resultado de los acontecimientos de la primera mitad del siglo XX en la que ésta casi se destruye a sí misma mediante el asesinato industrializado y las bombas atómicas. El nihilismo y tanatofobia —temas para los que tengo previsto escribir en el futuro— derivados de esta pérdida de fe se suman al narcisismo generado por las redes sociales y hacen que el individuo postmoderno sea incapaz de lidiar con la idea de que después de que él muera, el mundo siga su curso como si nada. De ahí que considere que el mundo se destruirá cuando él ya no esté: «si yo no existo, el mundo deja de existir también». Si además le añadimos la división entre héroes y villanos y lo que Ernest Becker llamó proyecto de inmortalidad, lo que resulta es que nuestro individuo postmoderno encuentra una manera de hacerse inmortal al ser el héroe que hace que el mundo siga su curso tal y como fue creado cuando él ya no esté.
Pero recuperemos el hilo, ya que el tema principal de esta entrada no es el ecologismo en sí, sino el culto al fin del mundo. Si se ha hablado de lo primero es porque es el mayor ejemplo en nuestros días de lo segundo. Pero eso no significa que sea el único. Esto es algo en lo que he caído en la cuenta recientemente: yo soy miembro de otra especie de culto milenarista. Si tuviese que decir cuál es mi apuesta sobre lo que sucederá en el futuro diría que es la de un colapso civilizatorio. Hasta aquí me ha llevado una pulsión extraña que me ha hecho sentirme tentado por visiones del futuro en las que nuestra civilización desaparece. He sido guiado por las lecturas de Spengler, Evola, Burnham, Yarvin, Dreher, Kaczynski e incluso shitposters en la órbita de lo que se denominó Graph Twitter. La peseta que faltaba para el duro vino con la actitud de los occidentales frente a la pandemia del
SIDA chinoCOVID-19. La única solución posible era que esta civilización decadente y cobarde fuese destruida hasta los cimientos, que lo mejor que se podía hacer era tomar la pastilla transparente: desentenderse, hacerse fuerte y esperar al colapso porque ya saben eso que se dice comúnmente en nuestros círculos, no se puede conservador en un mundo en el que no queda nada que conservar.Pero hace unos días, departiendo con sinmasers sobre la secta del calentismo, tuve uno de esos relámpagos mentales que le ocurren a uno cuando hace un descubrimiento sobre sí mismo. Ese descubrimiento era que, al fin y al cabo, yo no era más que otro creyente en la idea de que el fin del mundo está cerca. La única diferencia radica en que mi mundo, o más bien mi visión de éste, es completamente diferente. Ante una misma actitud vital derivada de vivir en el mismo sistema, lo que se da es una adaptación ideológica. Si nuestro culto apocalíptico particular no tiene tanta tracción es porque las grandes empresas y bancos no invierten millones de euros en promover estas ideas. Si por lo que fuese, Iberdrola tuviese entre sus intereses corporativos la promoción de la natalidad en Europa, no dude el lector que veríamos anuncios publicitarios con txalapartas sonando de fondo mientras se moraliza sobre las virtudes de tener una familia numerosa. Lamentablemente, la física cuántica no ha sido capaz aún de transportarnos al universo basado donde esto ocurre.
Gracietas aparte, es importante recalcar que estas nociones del futuro no son disparatadas, sino que tienen bastante parte de verdad. Tan cierto es que nacen muy pocos niños y que están intentando reemplazarlos con varones extranjeros en edad militar como que el entorno natural está siendo explotado a un ritmo de extracción de recursos y vertido de residuos con el que no es capaz de lidiar —hay un debate ético sobre si esto es inherentemente bueno o malo, personalmente pienso que es terrible, pero no es el tema de esta entrada—. Lo que sucede es que esto se encuadra dentro del juego de humo y espejos típico de las comunicaciones política y corporativa, donde se mezclan verdades, medias verdades, mentirijillas y mentiras para crear la sensación de que es imposible saber la verdad y, por lo tanto, abrumar con información al público para provocarle una parálisis por análisis.
La capacidad de prepararse para un evento futuro catastrófico es lo que separa las naciones exitosas de las naciones que son un caso perdido, esto es incluso aplicable a las personas individualmente. Lo que reflejan estas predicciones sobre el futuro no es tanto lo que finalmente ocurrirá sino que reflejan lo que tememos en el presente. Pero predecir el futuro a través del presente no sólo es un mero sesgo cognitivo, sino que también es un error y es uno de los métodos principales que tienen los estados de meternos goles —aplanar la curva como el caso más reciente—. Quizás es una obviedad, pero no está de más repetirlo: que programas como Stata, Excel o Matlab tengan la función de darnos una ecuación geométrica para una serie de datos no es lo mismo que tengan el don de la adivinación. Repitan conmigo: las tendencias mostradas por los datos existentes no predicen el futuro a largo plazo. Reflejan tendencias y permiten hacer estimaciones, ya está. Por eso es imposible saber la temperatura del año 2050 y por eso Bitcoin no alcanzó los 100.000 dólares en septiembre de 2021 como decían todos los entusiasmados analistas que trazaban líneas en diagramas de velas. Hay quien tiene dificultades con esto, hay quien incluso pretende rebobinar la historia, pero lo cierto es que la Modernidad ha muerto. O, parafraseando a Nietzsche, la matamos nosotros. Como decía uno de esos esperpentos cibernéticos tan comunes en la época salvaje de internet (1989-2004 RIP): la vida es un lugar peligroso. El mundo no es la pizarra de Obama, el mundo es un caos, no un mecanismo.
No queda cateto con ínfulas que no haya usado esta cita, y cómo este blog pertenece a uno, allá vamos: «Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo». El lector ya estará acostumbrado al uso pueril y atrapalotodo que se hace de la palabra capitalismo, pero entiéndase aquí no como modelo económico en abstracto y teóricamente, sino su versión realmente existente, en términos amplios como la ideología de la postmodernidad. El nombre que reciba nuestra era será puesto por nuestros descendientes cuando la estudien, de momento conformémonos con llamarla como lo que viene después de la Modernidad, pero el ya citado Mark Fisher tiene un nombre alternativo: Realismo Capitalista. En sus propias palabras, es la noción extendida de que «el capitalismo no sólo es el único sistema político y económico viable, sino que hoy día es imposible siquiera imaginar una alternativa a éste que sea coherente».
Comenté en Twitter que la apuesta de las multinacionales e instituciones financieras por la narrativa del cambio climático tiene que ver con una estrategia diseñada para un mundo en el que la escasez de materias primas es la norma, sea bien por mero agotamiento material, bien por conflictos geopolíticos, lo relevante es que intuyo que es falso eso de get woke, go broke, sino que lo que estamos presenciando es un desmantelamiento del sistema desde dentro por parte de las propias élites para resurgir en un nuevo sistema post-abundancia en la misma posición de dominio que en el sistema actual. Alguien me hizo un comentario muy agudo sobre esto y es que la escasez de materias primas es irrelevante para este plan de desmantelamiento interno, que en un modelo de capitalismo basado en servicios y finanzas, la economía productiva basada en la transformación de materias primas es más bien un lastre que las élites occidentales se quieren quitar del medio. En cualquier caso, sea cual sea el motivo, lo que intento demostrar es que los llamados globalistas sí son capaces de imaginar un futuro brillante alternativo para sí mismos, para lo que planean en consecuencia. Pero no me quiero distraer hablando sobre los intereses perversos de las multinacionales o el Partido Comunista Chino. Tampoco lo es engañar a nadie, viendo la pinta que tiene el panorama, es normal dejarse llevar por el desasosiego o el cinismo. Pero es importante señalar que la mayoría de males que nos afligen socialmente pueden ser revertidos en poco más de una década y la historia está llena de ejemplos cercanos que lo pueden probar.
En su documental Hypernormalisation, Adam Curtis concluye que las protestas ciudadanas de los últimos años fracasaron porque se basaban en la esperanza de que se puede hacer una mejor gestión de lo existente en lugar de hacerlo en una idea que supusiese alternativa completa. Nos encontramos en una encrucijada en la que, por primera vez en décadas, aquellos que odian la vida tienen una idea alternativa completa e internamente coherente, idea en la que nuestra cultura y modo de vida son eliminados. Por ello es necesario no perder tiempo con lo superficial —para empezar porque no se puede discutir con un ideólogo—, sino que hay que ir hacia la raíz. Norman Cohn argumenta en su libro sobre el milenarismo medieval que en la «promesa ilimitada hecha con convicción cuasiprofética a hombres desarraigados y desesperados en mitad de una sociedad donde las normas y relaciones tradicionales se están desintegrando, descansa la fuente del fanatismo medieval […] también aquí lo hacen los fanatismos gigantescos que en nuestro día han convulsionado al mundo». Cohn escribía esto en 1957, si bien algunos de los síntomas de la enfermedad contemporánea ya estaban presentes en ese momento porque se pueden entrever a posteriori, lo hacía en una sociedad diferente a la actual, ya ni hablemos de la medieval. Nuestra sociedad se caracteriza por el exceso, donde se considera que cualquiera que sea el deseo que tengamos es inherentemente bueno y por ello debe ser satisfecho a cualquier precio. La satisfacción de todos los deseos lleva a la desidia y a la distimia como bien han probado las redes sociales, el entretenimiento infinito siempre disponible, las aplicaciones de citas, el porno gratuito, etcétera. Un exceso de hedonismo paradójicamente lleva a la anhedonia. En definitiva, vivimos en una sociedad caracterizada por ser rica en lo material y lo sensorial, pero pobre en lo moral. Cuando se tiene de casi todo pero nada de lo importante, es la consecuencia lógica caer en el desarraigo y la desesperación que llevan al culto del fin del mundo como señalaba Cohn. La crisis no es ecológica ni económica, es espiritual.
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Las 400 Charos
1. – En el Canto XXXIII del Infierno, Dante se encuentra en el Noveno Círculo con Ugolino della Guerardesca, un conde pisano de origen gibelino que se pasó al bando de los güelfos para entregarles Pisa. Años después, los gibelinos recuperaron la ciudad y como revancha le encerraron junto a sus hijos y nietos en una torre donde fueron abandonados para que murieran de hambre. Fueron hijos y nietos los primeros en morir y para Ugolino fue más fuerte la «inedia que el dolor» . Encuentro realmente curioso que Dante reservase el lugar más profundo del Infierno a los traidores a su patria y a su familia. Pero encuentro aún más curioso el paralelismo entre Ugolino y cierta generación, ya que ambos no contentos con arruinar la vida de su descendencia, acaban devorando lo poco que queda de ellos para alargar unos días su vida.
2. – Este humilde servidor ya dedicó un artículo sobre la generación del Baby Boom el año pasado. Poco más queda que decir de ellos, así que será mejor que dediquemos nuestro tiempo a los que están en el otro lado de la cuerda, a su descedencia más joven, los llamados Zoomers. Hay quien piensa que las generaciones no existen realmente más allá de los análisis de mercado y consumo y que realmente todos los hombres de 20 años son iguales a todos los hombres de 20 años a lo largo de la Historia. Aunque hay bastante verdad en esto, no quiere decir que los Zoomers no sean una generación con su lugar propio en el curso histórico. Si los Boomers fueron la generación que disfrutó del punto álgido de la fiesta —de ahí que sean tan avariciosos— y los Millennials son la generación para la que las luces se apagan justo antes de que entren —de ahí que seamos tan lloricas—, los Zoomers son la generación a la que le toca pagarla sin ni siquiera haber hecho el botellón de antes de entrar. Para colmo de males, la fiesta ha dejado muchas secuelas y agravios, y por alguna razón desconocida, los varones de la Generación Z también tienen que tragar con el dedito acusador de los mayores por las travesuras y guarrerías que realmente hicieron estos últimos mientras duró la juerga.
No hay acuerdo sobre cuál es exactamente el año de corte para ser considerado parte de esta generación, el consenso parece ser durante mediados de la década de los 1990s. En cualquier caso, esto es irrelevante, ya que es suficiente para colocar al Zoomer en un punto temporal en el que sólo hay recuerdos de una España que está sumida en la ruina económica y en la crispación política. Una España que degenera en todos los aspectos a cada año que pasa. De ahí que sea una generación en la que no existe el término medio ni el centro centrado, ésas son posturas ideológicas de lujo para individuos cuyos años de desarrollo ocurrieron en tiempos de abundancia y optimismo. Por contra, los tiempos aciagos requieren de posiciones que exigen retratarse y quedar mal con la otra mitad del país. A nadie que sea consciente de todo esto le puede sorprender que el partido más votando por los varones menores de 24 años sea Vox. Pero hay otro hecho relevante que quizás no es muy obvio. Durante la corta historia de internet, este sector demográfico ha sido siempre el más activo y creativo, el que crea las modas, tendencias y memes de cada época. Por eso, Españabola tiene absoluta razón cuando tuitea lo siguiente:
Y esto preocupa mucho a los que quieren que la barca no se menee mucho. ¿Y quiénes quieren esto? Una coalición negativa pero muy amplia que va desde el liberal-conservador hasta la progre interseccional pasando por todo lo que hay en medio. De ahí que intenten desactivar continuamente a este grupo, bien acusándoles de no existir —son bots creados en granjas rusas— o de extremistas —para mantener el status quo y que no se haga nada. El posible objetivo es desmoralizar, que la inercia creativa del joven radicalizado no vaya más allá de unas gracietas cibernéticas y que no acabe traduciéndose en un movimiento real en la calle. Pero hay ciertas situaciones que no se pueden mantener permanentemente sin que el saco se rompa por alguna costura. Es cuestión de tiempo que esta escena tenga una traslación que tenga efectos tangibles en la política española. Liderar esta traslación está ahora mismo en las manos de ellos mismos, si no lo hacen, acabará instrumentalizada por políticos arribistas como ya ha pasado históricamente con otros movimientos juveniles. Siendo el caso más reciente el del 15M, que partía de analisis de lo material muy similares a los actuales —los problemas de la juventud no han cambiado—, pero proponía soluciones diametralmente opuestas que paradójicamente acabaron profundizando en el deterioro del tejido social y desuniendo lo que no hacía falta desunir —siendo la guerra de sexos el ejemplo más palmario. Pero aquello fue un movimiento de Millennials, lo que está por venir será diferente porque estamos hablando de un tipo humano diferente y que trataré de definir brevemente.
Fuera de la esfera de los extremadamente en línea, se suele mezclar indistintamente a Millennials y Zoomers, ya que se piensa que las generaciones vienen definidas exclusivamente por franjas de años, a lo que se suma el relacionar lo Millennial con lo joven y el mundo post-analógico. Sin embargo, esto no es del todo cierto, ya que cada generación tiene un hito. Por ejemplo, los Boomers son la generación de la abundancia generalizada y la Guerra Fría mientras que los Generación X son la de la Caída del Muro y la Globalización. Millennials y Zoomers comparten el haber crecido en un mundo digital, pero hay una diferencia significativa entre ellos, los primeros aún recuerdan el mundo anterior, los segundos no. Para ellos nunca existió la promesa de éxito profesional y vital a través de trabajo duro, estudios superiores y talento inteligentemente aplicado. Los Zoomers no se decepcionan como los Millennials porque su punto de partida es diferente, los primeros saben desde la casilla de salida que the game was rigged from the start y ni se molestan en participar en las pantomimas del orden liberal post-1945 y el Régimen del 78. Por lo tanto, podemos decir que los Zoomers son por encima de todo la generación de la pérdida de la inocencia.
3. – La película francesa Los 400 Golpes (François Truffaut, 1959) cuenta la historia de un niño parisino (Jean-Pierre Léaud) que es un poco travieso pero de buen corazón. Sin embargo, una serie de pequeños sinsabores casi imperceptibles —le castigan sólo a él por cosas que está haciendo toda la clase, su madre es una golfa y le hace desaires, su padre es un hombre blandengue, etcétera— van golpeando poco a poco al joven protagonista hasta que acaba convirtiéndose en un delincuente juvenil. Es decir, no hay un único hecho traumático que le transforme, sino centenares de decepciones con el mundo que le van haciendo perder la inocencia, de ahí el título de la película.
Pero la mención a ésta no es casual, lo hago porque ejemplifica cuál es mi impresión sobre la situación de los Zoomers españoles. Ellos especialmente. Su vida ha sido algo parecido, aguantar el dedito en el hombro acusándoles continuamente en el colegio, en la televisión, en el cine y hasta en el deporte. Las acusaciones son variopintas, pero se pueden resumir todas en una mismo pecado original: no son niños, son niñas defectuosas. Y modificar esto es algo que los aparatos educativo y mediático parecen tener como principal objetivo . A veces se hace de manera explícita, pero en la mayoría de las veces se hace de manera sibilina. De la manera que se puede esperar de las Charos, mediante comentarios despectivos e intentos de ostracismo social. Del mismo modo que Antoine Doinel fue radicalizado por 400 golpes, nuestros Zoomers fueron radicalizados por 400 Charos.
Mis esperanzas están puestas en esta generación, ya que pienso que todas las anteriores nos hemos autodescalificado de una manera u otra. Lo que está por ver es si su rebelión llega a algún lado o simplemente acaba repentinamente al encontrarse con la playa.
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Síndrome de Enajenación del PSOE
Durante los años de la administración Bush, surgió en Estados Unidos el concepto humorístico del Bush Derangement Syndrome (Síndrome de Enajenación de Bush). Éste consistía en la reacción irracional e histérica a cualquier acción o declaración realizada por el XLIII presidente americano, independientemente del hecho en sí, generaba una reacción exagerada que no tenía nada que ver con la realidad. Este meme fue luego reutilizado para otros personajes públicos que generaban una reacción negativa exacerbada por cada una de sus apariciones y declaraciones públicas, estas personas tendrían el poder de hacer que un sector de la prensa perdiese la cabeza absolutamente. Entre ellos podemos citar el Lena Dunham derangement syndrome, el Lana del Rey derangement syndrome o el más reciente, el Trump derangement syndrome. Este concepto ha sido importado a España por la cyber-derecha, yo mismo lo utilizado para lo que traduje como el Síndrome de Enajenación de Ayuso.
Cada uno tiene un papel en el mundo, supongo que el mío es encarnar el arquetipo jungiano del arlequín, especialmente frente a la derecha yorkshire terrier. Por ello me veo obligado a señalar la existencia de este tipo de trastorno en nuestro lado de la verja, el Síndrome de Enajenación del PSOE. No paro de ver una obsesión enfermiza con los socialistas dentro de lo que Pedro Herrero ha llamado derechita punk. No importa cuál sea la noticia del día o cuál sea la penuria que esté sufriendo España, de una manera u otra, es culpa exclusiva del PSOE. En cierto sentido, me transmiten la misma sensación que una feminista cuando habla de los hombres o un mexicano haciéndolo de los españoles. No es mi intención ser apologeta del PSOE ni mucho menos, pero intentaré dilucidar en este artículo por qué este enfoque es equivocado y cuál es el papel real de este partido en la situación de nuestro país.
Abundan los lugares comunes sobre el papel del PSOE en la historia reciente, uno de ellos es el que expone que es durante la presidencia de José Luís Rodríguez Zapatero cuando España se va por el sumidero, quien acaba con la Españita feliz y la sume en la crispación, la época de apertura de melones para que una mitad de España pueda negarle la carta de ciudadanía a la otra mitad. En esta línea, hay otras visiones similares sobre otras épocas de nuestra historia, pero ésta en particular es la más reciente y la que más nos afecta cuando se examina la administración sanchista. Si bien es acertado decir que las dos legislaturas de Zapatero contribuyeron de manera significativa al deterioro de la convivencia, es necesario buscar cuál es el origen de estas tesis y, lo que considero más importante, por qué a pesar de ser una organización delictiva que ha arruinado a España cada vez que gobierna por su mezcla de latrocinio, nepotismo e inoperancia, el PSOE sigue siendo votado por los españoles y su discurso es dominante en la vida pública e intelectual española.
La base teórica del Síndrome de Enajenación del PSOE de manera muy sintética es la siguiente: España era una especie de Arcadia feliz que existía sin historia en el éter, pero en 1879 llega este ente caótico y maligno llamado PSOE que lo destruye todo a su paso. Los españoles siguen poniendo su confianza en el PSOE para que éste solucione los problemas que él mismo ha creado porque controlan los medios de comunicación y la educación. Y por eso te pagan una mierda en el trabajo o la electricidad está carísima. Más allá de caricaturas burdas, es fácil encontrar el origen de esta tesis, la derecha liberal española, con Libertad Digital y El Mundo a la cabeza en el ámbito mediático y encargándose de propagarla. Ya es casualidad que el problema presentado por esta tesis venga a ser precisamente solucionado por el Partido Popular. Vaya, hombre, ¡qué cosas! Extirpado el PSOE como un tumor, con la gestión cartesiana y eficiente de los liberal-conservadores españoles, España volverá a la gloria de tiempos pasados. No sé, primo, suena a estafa.
Ni siquiera voy a entrar en que el PSOE hoy en día no tiene nada que ver con el PSOE histórico pre-1939, cuyos miembros desaparecieron con la pasta y nunca más se volvió a saber de ellos. El PSOE actual tiene como origen a operativos de la CIA financiados vía la socialdemocracia alemana. La continuidad entre ambos partidos es meramente anecdótica en lo organizativo, pero sí existe una continuidad de espíritu. De ahí que los americanos apostasen por un partido-meme con cuatro gatos nostálgicos en el exilio en lugar de por el PCE, que sí se había mantenido localmente activo durante 40 años, que sí aglutinaba a la oposición democrática a Franco y que además había renunciado a la revolución en pos de la reconciliación nacional, por lo que no suponía un problema de establecimiento de un estado satélite de la Unión Soviética.
Pero, ¿qué es esta continuidad de espíritu de la que hablo? Es necesario aquí esbozar lo que considero mi teoría de España, —cuando digo que es mía no me estoy refiriendo a que se me ha ocurrido a mí, sino que es la que yo considero cierta—. Esta teoría dice lo siguiente: España es un país sociológicamente de izquierdas en términos amplios, las élites económicas españolas son perfectamente conocedoras de este hecho, pero en lugar de apoyar y financiar medios e instituciones que contrarresten el izquierdismo sociológico del español, financian y apoyan medios e instituciones de izquierda que ellos mismos pueden controlar y domesticar para no volver a tener una Barcelona de 1936. No sólo esto, sino que además, la izquierda es tradicionalmente más proclive a incrementar el gasto público, de ahí que las principales empresas españolas dependan vitalmente del suministro de oxígeno del BOE. Dos pájaros de un tiro, extracción de riqueza a las clases populares vía el presupuesto público y afianzamiento de esta riqueza vía disidencia controlada.
La alta probabilidad de un estallido social tras la Crisis de 2008, así como el desprestigio que sufría la izquierda institucional, hizo necesaria la creación de una válvula de escape. Mientras en Grecia los estudiantes estaban calcinando policías con cócteles molotov y cuando las organizaciones de extrema izquierda estaban creciendo rápidamente en España, surge el movimiento del 15-M de manera espontánea y sin ningún tipo de conexión con las organizaciones tradicionales de la extrema izquierda, —aunque luego fuese reapropiado por ésta, especialmente por elementos trotskistas—. Cuando el ánimo social iniciado por el 15-M empieza a irse de madre y las llamadas Marchas de la Dignidad empiezan a parecerse bastante a los estudiantes griegos, surge un profesor asociado de la Complutense con coleta que no para de aparecer en la televisión. Tras ello, llegaría la fundación de Podemos y la desmovilización absoluta de la extrema izquierda. El resto es Historia. Es kurioso que el timing de estos acontecimientos suela ser tan oportuno. Recordemos en manos de quién estaban las televisiones en aquellos tiempos por si alguien pudiese plantearse que el Partido Popular no es participante necesario. Y es que una derivación del Síndrome de Enajenación del PSOE es eso de considerar a la ejecutiva pepera unos lerdos que no se enteran de qué va el cuento.
Soy consciente de que hay varias objeciones a esta teoría. La más común es aquella que dice que no es cierto que España sea un país sociológicamente de izquierdas porque hay determinados lugares de España, pienso en Castilla La Vieja, que son tradicionalmente conservadores. Sin necesariamente querer desmentir esto y aunque esto permita que haya gobiernos locales y autonómicos donde gobierna la derecha, lo cierto es que quienes presentan esta objeción olvidan que España es un donut invertido poblacional, muy poblado en el centro y en su periferia, pero absolutamente vacío en su interior, especialmente en las zonas basadas. Si bien pudiese aceptarse que España no es sociológicamente de izquierdas en términos espaciales, sí lo es en términos cuantitativos. Como se dice usualmente en inglés: demography is destiny.
Y esto es lo que realmente importa. Se podría definir la democracia de manera teórica de muchas maneras, pero en su modalidad real, la que vemos ante nosotros, la realmente existente, podría ser definida como la gestión y el modulado de la opinión pública por parte de las élites económicas e intelectuales para el mantenimiento de su posición de poder. Para ello, son imprescindibles los medios de comunicación de masas, que para este caso que nos ocupa, operan como circunscripción única. De ahí que dé igual que el alcalde de tu pueblo haga de Lucio Cornelio Sila un moderado de centro, la televisión tiene más poder que él. Aunque realmente la izquierda no es mayoritaria per se, sino que se coaliga con otros elementos hostiles a la otra mitad socialmente conservadora, por esa cosa quasi-schmittiana de que el enemigo de mis enemigos es mi amigo. Y esto es lo que Zapatero cataliza durante su mandato y que Sánchez acoge como leitmotif de su política de pactos.
Ahora cabría especificar a qué me refiero con sociológicamente de izquierdas, así como la causa de que los españoles sean así. Es importante resaltar que me estoy refiriendo siempre en términos amplios, de cosmovisión, de maneras de navegar el mundo, no de medidas sectoriales ni otras minucias. Definiré que alguien es de izquierdas por contraposición a lo que considero que es una persona de derechas. Hay varios elementos para hacerlo, pero me limitaré a los que me parecen relevantes para este artículo. Generalmente, podríamos decir que una persona es de derechas/conservadora si considera que existen unos valores morales eternos y absolutos, que la Humanidad decae y que hay un orden existente en el mundo que viene otorgado. Por contra, la persona de izquierdas/progresista considera que el fin justifica los medios, que la Humanidad progresa y que el orden existente debe ser derruido y sustituido. Personalmente, me parece bastante evidente que el español medio casa más con lo segundo que con lo primero. Repito, es irrelevante si el lector tenía un bisabuelo en Burgos que era pistolero de Falange y que ajusticiaba a anarquistas. Lo que me interesa es el cómputo global, lo general, porque es lo relevante para un sistema como el democrático con sus medios de comunicación de masas.
Pero, ¿qué es lo que hace que se opte por una ideología o por otra? Voy a partir de dos premisas. La primera es que aunque pudiese haber un número infinito de ideologías, incluidas supuestas terceras vías, todo occidental tendrá una ideología que puede ser incluida de una manera u otra en el binomio planteado en el párrafo anterior, —por aquello de la dualidad de la mente europea—. La segunda es que la ideología de una persona viene definida por un proceso interno lógico, que puede ser consciente, inconsciente o por contacto con su entorno, pero que en cualquier caso existe al menos un proceso que racionaliza, —no confundir con razona—, la ideología. Podríamos considerar que hay tres vectores que dirigen el proceso ideológico: temperamento personal, condiciones materiales y doctrina. Toda la teoría marxista tiene como cimiento que la ideología viene definida por las condiciones materiales, que es manipulada por la alienación capitalista y que ésta debe ser superada mediante la elevación de la conciencia a través del estudio de la doctrina socialista. Esto viene ejemplificado perfectamente con lo que piensa el progre estándar sobre el obrero de derechas: tiene que ser necesariamente estúpido o mala persona, ya que si se limitase exclusivamente a sus condiciones materiales y a aceptar los chistes de Inés Hernand como hilarantes, la única vía posible sería ser de izquierdas.
La razón principal de que esta noción sea fallida es que se ignora el otro vector, el temperamento personal. Debido a la supremacía del orden liberal instaurado tras 1945, cualquier planteamiento que pueda ser considerado mínimamente esencialista, es rechazado automáticamente porque su continuación lógica pone en peligro el orden dominante. Es decir, alguien no sería español porque es descendiente de españoles, es decir, porque es español en esencia, sino que lo sería porque tiene un documento proporcionado por la administración pública que lo acredita. Del mismo modo, esta concepción viene a ser aplicada a otros muchos aspectos, nadie viene predeterminado a priori, nadie nace de una manera u otra, sino que la persona es autoconstruida a través de sus apetencias y deseos particulares con el apoyo tanto económico como logístico de las instituciones públicas. Todo lo que sea negar esto es esencialista y, por lo tanto, nazi. Y ser acusado de nazi en Europa es como ser acusado de espía americano en Corea del Norte. Es la peor acusación que se puede hacer y dan igual las bases que haya para realizarla. La mala suerte que tienen estos tipos es que ya le hemos visto el cartón al tinglado y sus acusaciones de herejía nazi son irrelevantes porque hemos apostatado de su religión.
Pero volviendo al temperamento, según pasa el tiempo, crece más mi convencimiento de que principalmente las personas nacen de izquierdas o nacen de derechas. O al menos, nacen con las intuiciones e instintos que hacen que sean más tendentes a aceptar una explicación del mundo u otra. Pongamos por ejemplo el reparto de la riqueza. Si yo tengo muy poco y el de en frente mucho, que éste debería darme lo que le sobra es una concepción aceptada por aquellos que consideran que es moralmente justo que la riqueza se reparta. No lo sería, por ejemplo, que el que más tiene use el excedente de riqueza para generar más a través de llegar a un trato con el que tiene poco en el que intercambian excedente de riqueza por fuerza de trabajo. Ni tampoco que la propiedad es personal, que es ilegítimo que un tercero te la arrebate. Nada, eso es una explicación absolutamente contraintuitiva, eso son rollos macabeos para la persona de izquierdas. No hay en el mundo demostración teórica ni empírica, ni experiencia real, ni gráfica, ni tabla que desacredite ante ciertas personas que el reparto automático de la riqueza lleva directamente a la escasez. Algunos vuelven de Cuba pensando que aquello es el paraíso. ¡Y los que piensan que aquello es un desastre es porque concluyen que no ha habido suficiente comunismo! Da absolutamente igual porque lo tienen codificado en su yo más profundo, es simplemente la manera en la que su cerebro procesa la información. Todo razonamiento les llevará necesariamente a concluir que si a alguien le sobra, tiene que dárselo a los demás incondicionalmente. Y esto no ocurre sistemáticamente en España de manera casual ni aleatoria. Una nación no es un hecho administrativo, sino una familia expandida que comparte un tronco común, de la misma manera que heredas el carácter de tu padre, tu padre el de tu abuelo y así sucesivamente, los rasgos tanto físicos como temperamentales son comunes en una nación porque lo que uno es viene definido por lo que es recibido de la familia, sea ésta la directa o la nacional. Es absolutamente absurdo pensar que los españoles comparten ciertos rasgos físicos porque tienen el mismo origen sin embargo pensar que la manera de ser viene determinada por una lotería cósmica y loca que decide cómo eres. La transmisión de genes no acaba en el cuello.
Y aquí viene la única black pill que espero soltar en este artículo. En España este proceso mental es prevalente, una fracción mayoritaria de la población nace con él tallado en piedra en su yo interior y esto no puede ser cambiado mediante la instrucción ni la propaganda convencionales. Vallejo-Nájera lo sabía. Media España nació fucked up y lleva la ruina en la sangre. Los paralelismos entre la actualidad y la II República tardía no tienen en común solamente al PSOE como actor principal, que como ya se ha dicho, son organizaciones distintas que sólo comparten el nombre. Sino que el elemento común definitivo es que una porción significativa de los españoles tiene en su psique más profunda una pulsión telúrica hacia la autodestrucción y el sacrilegio. Relación directa tiene con esto la enfermedad nacional de los españoles: la envidia. Y aquí es donde el PSOE hace su magia. Cuando el votante socialista piensa que los ricos deben joderse y pagar más impuestos no está pensando en los millonarios que viven en La Florida, está pensando en su vecino cirujano que conduce un Audi. Pero el vecino cirujano tampoco es que sea mejor, ante la precariedad económica y laboral de su vecino, éste le responde: haberestudiao.
Considero que es imprescindible señalar que España tiene un problema secular de desigualdad y élites corruptas, que han intensificado y justificado moralmente el odio africano del español. Podríamos discutir si la desigualdad es en sí mala o no. Personalmente, pienso que lo que es moralmente abyecto es la pobreza, no la desigualdad en sí, pero igualmente considero que no es sano para la cohesión de una comunidad nacional que haya grandes disparidades materiales. Localizar el momento exacto donde se comienza a desarrollar este resentimiento es complicado, pero una mezcla de observación directa y de repaso de la historia de España desde el siglo XVI me hacen pensar que esto es así. Tengo varios candidatos para culpables: la curia, la aristocracia latifundista y una casta funcionarial que se dedica a merodear por Madrid a ver lo que pilla para mamar y que tan bien reflejó Larra en sus artículos, —en esto último no hemos cambiado absolutamente nada. Pero el elemento crucial es que España fracasó en su incorporación a la modernidad al no tener un proceso de renovación de élites a fondo como Inglaterra o Alemania con sus revoluciones, sino que tuvimos en el siglo XIX una transición lampedusiana al régimen liberal desde el absolutismo. Este proceso histórico cocinó a fuego lento al pueblo español en un caldo de escasez, resentimiento y envidia que es el fondo perfecto donde una organización como el PSOE prospera.
El secreto del éxito del PSOE es que en el fondo es el partido más conservador de España. Aunque tengan una agenda aceleracionista de transformación de la sociedad, aunque estén continuamente subvirtiendo las instituciones públicas, aunque incluso gestionen redes de prostitución de menores. Todo eso da igual, el PSOE es el partido más conservador de España porque es el único que, al contrario que los demás, no necesita cambiar el carácter de los españoles para gobernar, sino que los acepta como son y usa esto para mantenerse en el poder. Sólo ha habido un dirigente político que conocía a los españoles mejor que lo que lo hace el PSOE, Franco. Por esto se murió en la cama plácidamente, porque dio a los españoles lo que querían. ¿Y qué es lo que querían? Que les dejasen en paz, un trabajo y un piso en propiedad. Esto es el auténtico consenso y no las pamplinas de Eduardo Madina. Pero lo que también sabía Franco es que no podía dejar a los españoles opinar ni involucrarlos en el gobierno de España, porque eso era volver a abrir la caja de los truenos. Se nos educa para que pensemos que Franco nos quitó el derecho al voto cuando en realidad nos estaba protegiendo de nosotros mismos y el tiempo ha puesto de manifiesto por qué no se nos puede dejar solos.
Puede que alguien lea este artículo y concluya que estoy exonerando al PSOE de sus pecados, nada más lejos de la realidad. El PSOE es el elemento más nocivo al que se enfrenta España en nuestros días. Lo que he intentado argüir es que el PSOE no es origen del estado actual de nuestra patria, sino un síntoma, una especie invasora que florece en un entorno a su favor. No existe el PSOE bueno y de orden. Y si existiese, no entraría ni con un diputado en el Congreso. Aun así es necesario ser conscientes de que considerar a dicho partido como omnipresente, omnipotente y omnisciente es otorgarle el poder de un dios, es una actitud que sólo conduce a la autoderrota. El PSOE es como mucho un falso ídolo, que pasará como pasaron otras muchas cosas. Pero estamos hablando de algo diferente.
García-Margallo cuenta en su Memorias de un Heterodoxo una instancia en la que un patricio de los que hicieron su fortuna por cercanía al poder y el presupuesto público se quejaba de la legalización del PCE, a lo que el ex-ministro le espetó que se callase, que se estaba montando todo para que la gente de su posición no cedieran ni una peseta ni metro cuadrado de tierra, sino que probablemente todo lo contrario. De lo que en definitiva estamos hablando es de que la política es la lucha por el poder y para luchar es esencial tener claro contra qué o quién se hace. El enemigo no es el PSOE, son el Régimen del 78 y sus amos.
Coda: Lo expresado en este artículo no tiene como objetivo deshumanizar a un sector de la población española. El objetivo es analizar y entender el por qué de las cosas. Vote lo que vote, tenga las ideas que tenga, otro español es antes que nada un hermano.
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Escopetillas de Feria
No suelo caer en la trampa del fenómeno literario del año porque los libros que leo son en su mayoría viejos o de segunda mano, pero tengo que reconocer que he caído con Feria (Círculo de Tiza, 2020). Y aún así lo he hecho tarde. Lo que se me ha vendido es un retrato conservador de una España que ya no existe en forma de novela, aunque tras leer un par de entrevistas con Ana Iris Simón y tener la impresión de que ella estaba hablando de un ensayo, hay quien sigue refiriéndose a Feria como novela.Feria es en realidad un libro de memorias, no una novela. Es decir, es alguien relatando y reflexionando sobre su experiencia vital, no una obra de ficción. Lo que me lleva a mi problema principal con el fenómeno Feria, no tanto con Ana Iris Simón o el contenido del libro en sí. La clase periodística de este país está tan alejada de la realidad y de los temas de los que habla la gente normal, que lo expuesto en Feria les parece una obra literaria. Hay una frase lapidaria en la contraportada que dice lo siguiente:
Feria es una oda Salvaje a una España que ya no existe, que ya no es.
Dejando al margen que la familia de Simón es un poco sui generis, descendiente de feriantes por el lado materno y de militantes del PCE por el paterno, lo que se relata y lo que sucede es de lo más común para los españoles normales y corrientes fuera de la burbuja mediática de la Almendra Central. No te tienes ni que ir a Ontígola, la gente normal tiene las mismas costumbres, aspiraciones y ansiedades en Aluche o Villaverde. Y si me apuras y dejando el aspecto económico a un lado, en Chamberí y Chamartín. Por lo que no es ni un fenómeno de Madrid siquiera, es un fenómeno circunscrito a una clase profesional que se ha automemeado en confundir Twitter con la realidad. Las redes sociales son una tecnología que exacerba el narcisismo de las personas, por lo que es incluso entendible que en su solipsismo y narcisismo profesional, haya quien se confunda y piense que su vida desordenada es lo normal mientras quequerer a tu familia extendida y apreciar tus raíces es algo moribundo.
Douglas Murray señala en Madness of Crowds que la mayoría de libros de chatarra woke que se han convertido en un fenómeno de ventas suelen ser memorias escritas por millennials, especialmente en el terreno feminista. Esto significa que estos libros no se caracterizan por el pensamiento particular, por el avance de ideas novedosas o la erudición de sus autores, sino que siendo estos individuos carentes de talento o sabiduría, sólo les queda vender su resentimiento. Las memorias suelen estar escritas por gente en el ocaso de su vida o que, siendo relativamente jóvenes, han tenido una vida frenética o interesantísima. Pero no es éste el caso con los libros a los que se refiere Murray, lo único que tienen que ofrecer estos autores suelen ser sus agravios y dramas de burgués aburrido. No es exactamente el caso de Ana Iris Simón, pero ella es una autora de 29 años, no es extraordinariamente brillante y ha tenido una vida relativamente común, lo que sí tiene son unos cuantos agravios. Se lo ha clasificado de un libro de corte conservador y esto está bastante lejos de la realidad. Esto no es culpa de la autora, que no me consta que se haya definido como tal, sino de quiénes lo han definido así. Ana Iris Simón no es que sea de izquierdas, es que probablemente sea de extrema izquierda. Esto no es en sí un problema, personalmente me da exactamente igual la ideología de los autores de las obras que leo siempre y cuando yo pueda extraer algo que aprender. No es el caso de Feria. El factor diferencial es que Ana Iris es una mujer normal y con sentido común que está rodeada de majaderos de clase media-alta con ideas disparatadas. Y éste es el truco que ha sabido explotar, su propio chiponshoulderism por ser de extracción humilde y no encajar en el mundillo de la Cultura. En ciertos pasajes del libro relata conversaciones con sus amigas sobre la deconstrucción del amor romántico o las nuevas masculinidades. Lo siento Ana Iris, pero es que la gente normal no habla de esas cosas. Y no uso normal como peyorativo ni como sustitutivo de inculta, estoy incluyendo a personas con estudios superiores y que leen a menudo. Simplemente sudan de esos temas, os importan a cuatro gatos que tenéis un megáfono a mano, pero no al resto.
Pero la entiendo perfectamente, yo también soy un provinciano, nieto de jornaleros y de un barrio cutre, también he tenido 21 años, también he pensado que si veía las mismas películas que esa gente tan sofisticada que vive en el centro yo sería tan sofisticado como ellos. Pero basta ver dos películas de la Nouvelle Vague, leer tres párrafos de Foucault y hablar con ellos cuatro minutos para darse cuenta de que todo es filfa y una excusa para señalizar su estatus. Afortunadamente, yo no me tengo que buscar la vida escribiendo ni entre los prescriptores culturales, así que en cuanto vi el percal, me largué. Yo creo que este es el núcleo de la cuestión. Ana Iris vive en la contradicción de tener que pertenecer a un subgrupo para ganarse el pan, pero al que detesta moralmente. Ésta es la viruta en el hombro que usa para su avance profesional. Por suerte para ella, con Feria parece que ha encontrado una manera de mandarles a tomar viento y seguir viviendo de escribir.
A todo esto, hay que sumar la cuestión de la mujer. Si Feria estuviese escrito por José Antonio Simón no habría pasado de unas entradas de blog o un hilo de Twitter. Agradezco que introduzca localismos, yo también soy hablante de una variante no-prestigiosa del castellano y esas cosas me gustan. Pero en general la escritura es pobre, su estilo es demasiado amateur, falta edición y revisión. Podríamos decir que es una especie de Lorena G. Maldonado pobre, más leída y, sobre todo, mucho menos salida.
Después de despellejar a la pobre Ana Iris, me gustaría señalar que todos los pasajes relativos a su familia feriante son sin duda los más brillantes, hubiese sido mucho más interesante si hubiese dedicado todo el libro a este aspecto. Es aquí donde se encuentra lo extraordinario y desconocido de su vida, quizás hubiese sido pertinente que nos hubiese provisto de una actualización al tiempo presente de Gárgoris y Habidis en lo referido a las razas malditas que habitan España.
Dejando al margen todo el buzz mediático alrededor de Feria, el problema con éste es que a la autora le faltan madurez y experiencias como para embarcarse en unas memorias. Va hacia algún lugar, pero de momento da la sensación de que está a medio camino. Desde luego que prefiero a Ana Iris Simón antes que a todos sus compañeros de promoción, espero que en el futuro y con más tiros dados me pueda sorprender, pero de momento sólo puedo decir que Feria me ha parecido decepcionante, con lo cual, no responsabilizo del todo a la autora, sino que me incluyo a mí y a mis expectativas.
(Este artículo fue publicado originalmente en un anterior blog en 2021)